Las conclusiones que hemos podido extraer de este taller han sido sumamente enriquecedoras y nos han permitido conocer desde las experiencias personales de los protagonistas una de las herramientas de control que utiliza el capitalismo sobre los países empobrecidos o en vías de desarrollo: la deuda externa (desde un punto de vista económico), que ha sido definida también como deuda “criminal, ilegítima y asesina”. ¿Por qué?
Iniciamos este análisis de la mano de Magdiel Carrión, presidente de la Federación Provincial de las Comunidades Campesinas,
Magdiel Carrión ha denunciado la acción de los países occidentales de forma personal o a través de las empresas transnacionales, que "han perseguido y asesinado a su pueblo" desde la colonización española en 1533 para explotar los recursos de su país. ¿Por qué?
La llegada de los colonizadores provocó un choque entre dos culturas diferentes en su esencia, una basada en su adaptación a la naturaleza (nativa) y otra basada en la adaptación de la naturaleza en base a sus necesidades a través de la aplicación de conocimientos extraídos de la misma (occidental), con la necesidad implícita de la segunda de extraer recursos para abastecer la demanda de consumo de su población y continuar con el desarrollo tecnológico.
Aún hoy en un mismo territorio conviven en conflicto dos perspectivas de la realidad diferentes, la del pueblo nativo y la de los emigrantes de los países occidentales. Los gobiernos de los países occidentales, para justificar la explotación de los recursos inician la conversión de los nativos a la religión de la cultura dominante “ante la necesidad de sacar de la barbarie a los indígenas”. Después de la resolución de cualquier resistencia por la forma agresiva, son los emigrantes los que se autoproclaman propietarios de la tierra y comienzan a utilizar a los nativos como esclavos. En la actualidad, los gobiernos de estos países les “ofrecen” a los nativos la lista de derechos y obligaciones importados de la cultura occidental, que no es compartida por los nativos. El caso de Idele Brenus, haitiana integrante del Movimiento Campesino de Papaye y Vía Campesina, nos sirve para continuar con la siguiente fase de este proceso.
Haití ha sido colonia española y francesa desde 1492 hasta 1687; como dato orientativo en relación a la explotación de los recursos naturales, al final de este período Haití había talado el 50% de sus bosques. En 1804 Haití logra la independencia, pero tiene que indemnizar a los terratenientes franceses (propietarios de la tierra), por lo que contrae una deuda con Francia de 150 millones de francos (de la época), que en 2005 aún representaba un 22% del presupuesto anual del país. Recientemente “el Fondo Monetario Internacional ha camuflado un nuevo préstamo de 102 millones de euros, vendiéndolo como donación” para la reconstrucción del país tras el terremoto en enero de 2010. Pero, además haber tenido que pagar por una tierra que consideran que no tiene dueño, su uso queda reservado a la voluntad de los acreedores de la deuda. ¿Por qué?
Para pagar la deuda se debe entrar en una economía de mercado. El país independiente políticamente debe obtener por sus propios medios el coste más los intereses del préstamo, por lo que pasa a ser dependiente económicamente. Para pagar la deuda en los plazos estipulados (bajo peligro de nueva ocupación), deben explotar sus recursos naturales, entrar en la dictadura de la oferta y la demanda.
Imaginemos que somos un país occidental, y a las mujeres les gustan los yogures de soja, leche de soja, los champús con extracto de soja,... (más allá de que sea un gusto que provenga de las mujeres o de la promoción de las grandes empresas). Como es lógico, queremos darles ese placer a su paladar y, por suerte, un país con grandes áreas de bosque nos debe dinero y, además, tiene la necesidad de pagárnoslo en los plazos que nosotros hemos determinado.
Clarissa Abreu, de Amigos de la Tierra de Brasil, ha denunciado durante el taller la sustitución de bosques autóctonos del Amazonas, con más de 200 tipos de árboles por kilómetro cuadrado, por un monocultivo de soja, con la pérdida de biodiversidad evidente que ello conlleva. La industria del país deudor se basa en una economía de sector primario (agricultura y minería principalmente), marcada por la demanda y con el precio determinado por los compradores: el acreedor de la deuda, que busca la permanencia de un equilibrio entre el cumplimiento de los plazos de cobro y la limitación de la inversión de la industria secundaria y terciaria del país deudor para poder exportar posteriormente la tecnología desarrollada en los países occidentales, protegida por patentes industriales; y el resto de países occidentales, que parecen no estar dispuestos a fomentar el comercio justo entre países.
¿Por qué?
Te toca a ti responder a esa pregunta.
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